domingo, abril 16, 2006

La realidad y lo que un hombre necesita saber

Es difícil estar en Brasil y no toparse con artículos y libros de Paulo Coelho. Fue así como revisando algunas revistas, encontré la del 5 de marzo de 2006 del periódico O GLOBO. En ella había un artículo que se llamaba “Antonio y su destino” (inspirado en un cuento sufi), del cual me llamó especial atención una frase que decía “Antonio sabía que la realidad era lo que enseñaba todo lo que un hombre necesita saber, pero no ayudaba el intentar explicar eso”.
Voy a traducir aquí la historia de Antonio…
Antonio era un funcionario de una oficina pública en una pequeña ciudad del interior. Cierta tarde vió dos gallos peleando. Con pena por los animales, fue hasta el medio de la plaza para separarlos, sin darse cuenta de que estaba interrumpiendo una lucha de gallos de pelea. Irritados, los espectadores golpearon violentamente a Antonio. Uno de ellos lo amenazó de muerte, porque estaba casi ganando e iba a recibir una fortuna en apuestas.
Con miedo, Antonio resolvió dejar la ciudad. Las personas se extrañaron cuando él no apareció en su empleo, pero como había varios candidatos para el cargo, se olvidaron rápidamente del antiguo funcionario.
Después de tres días viajando, Antonio encontró a un pescador.
- ¿A dónde está yendo?- preguntó el pescador.
- No sé.
Compadecido por la situación del hombre, el pescador lo llevó a su casa. Después de una noche de conversas, descubrió que Antonio sabía leer y le propuso un trato: le enseñaría al recién llegado a pescar a cambio de clases de alfabetización.
Antonio aprendió a pescar. Con el dinero de los peces, compró libros para poder enseñar al pescador. Leyendo aprendió cosas que no conocía.
Uno de los libros enseñaba carpintería, y Antonio decidió montar una pequeña oficina. El y el pescador compraron herramientas y comenzaron a hacer mesas, sillas, estantes, equipamientos de pesca.
Pasaron muchos años. Los dos continuaban pescando y contemplaban la naturaleza durante el tiempo que pasaban en el río. Los dos continuaban también estudiando, y muchos de los libros revelaban el alma humana. Los dos continuaban trabajando en la carpintería, y el trabajo físico los mantenía saludables y fuertes.
A Antonio le encantaba conversar con los clientes. Como ahora era un hombre culto, sabio y saludable, las personas le pedían consejos. La ciudad entera comenzó a progresar porque todos veían en Antonio alguien capaz de dar buenas soluciones a los problemas de la región.
Los jóvenes de la ciudad formaron un grupo de estudio con Antonio y el pescador, y luego divulgaron a los cuatro vientos que eran discípulos de sabios. Uno de los jóvenes preguntó cierta tarde:
- ¿Antonio decidió abandonar todo para dedicarse a la búsqueda de la sabiduría?
- No –respondió Antonio-.Yo tenía miedo de ser asesinado en la ciudad donde vivía.
Pero los discípulos aprendían cosas importantes, y luego las transmitían a otras personas. Un famoso biógrafo fue llamado para relatar la vida de Los Dos Sabios, como ahora eran conocidos. Antonio y el pescador contaron lo que había pasado.
- Pero nada de eso refleja la sabiduría de ustedes – dijo el biógrafo.
- Nada especial ocurrió en nuestras vidas.
El biógrafo escribió durante cinco meses. Cuando el libro fue publicado, se transformó en un gran éxito de ventas. Era una maravillosa y excitante historia de dos hombres que buscan el conocimiento, dejan lo que hacen, luchan contra las adversidades, encuentran maestros secretos.
- No es nada de eso –dijo Antonio al leer su propia biografía.
- Los sabios necesitan tener vidas excitantes –respondió el biógrafo. Una historia tiene que enseñar algo, y la realidad nunca enseña nada.
Antonio desistió de argumentar. Sabía que la realidad era la que enseñaba todo lo que un hombre necesita saber, pero no ayudaba en nada el intentar explicar eso.
“Que los tontos continúen viviendo con sus fantasías”, le dijo al pescador. Y ambos continuaron leyendo, escribiendo, pescando, trabajando en la carpintería, enseñando a los discípulos, y haciendo el bien. Sólo prometieron nunca más volver a leer libros sobre la vida de los santos, porque las personas que escriben este tipo de libros no comprenden una verdad muy simple: todo lo que un hombre común hace en su vida lo aproxima a Dios.

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